
Había una vez, un mundo de duendes rollizos de sabiduría, botones gigantes, y reyes de un as. Lugar de princesas extraviadas en laberintos y cómics de leyendas aun por contar. Llaves ocultas que abren cerraduras sin puertas y agujas que cosen historias de amor. Planetas despoblados adornan el cielo, desteñido por deseos de verla volar. Historia de un Romeo sin nombre, sin patria ni logros, que habita en el centro de un simple dedal. Saluda a la hiedra, mañana sin noche, donde estará el coche que lo lleve hacia el mar. Fulana distante, de corteza sencilla y libre pensar, que vive, que existe en cometa remoto, tan lejos, tan cerca, tan superficial.
Ella lo espera paciente, desesperando al tiempo por su serenidad. El la sueña lejana, inquietando al destino, dentro de la mágica lámpara, fabricando utopías de contrariedad. Por qué no la escucha? Ella le canta el camino, mas el la rechaza con brusco ademán. Dibujo imposible, trazo de niño, fantasía asequible, e inútil pensar. Los cuentos de hadas escapan de libros, mientras algunos mortales se aferran a amar. Ocultemos el alma y liberemos desdén, que a nadie le importa si alguien se fatiga de por él sollozar. Ella hoy suspira, mas no respira, y sobrevive por no vivir más, pero puede que un día, derrote al afecto y asesine aquella tristeza de una amarga ilusión. No hay cuentos de hadas, no hay princesas de mármol, no hay amor sin pasión y no hay batalla sin llanto. Cuentan que dicha princesa desconectó su sonrisa, y que aun aguarda el momento de despertar.
Arianne Ponce.