
Un día un pequeño niño despertó de un largo sueño. Bostezó, observó a sus alrededores, y se encontró inexplicablemente solo. Debió haber dormido por el transcurso de un mes o un año, porque notó que el mundo, en el cual previamente había sido feliz, se había tornado en un lugar frío y desolado. Caminó sin rumbo por calles desconocidas, donde el silencio ensordecía los sentidos y la frialdad, en su cuerpecito debilucho y mal arropado, se hacia cada vez más eminente. Cansado, hambriento, sucio, y con sus zapaticos rotos de tanto andar, se sentó en la acera frente a lo que posiblemente hubiese sido una bodega.
A dónde se han ido mis amigos? -Se preguntó. Entonces recordó a Santiago, amigo inseparable, el cual lo había acompañado a lo largo de su corta vida, pero que a causa de sus padres, se había ido a vivir a un lugar muy lejos, tan lejos que era imposible ir caminando a su casa para jugar un partido de futbol. Luego pensó en Ramoncito, aquel niño odioso que se sentaba a su lado en el colegio y que no perdía oportunidad para copiarle sus tareas. Y lo extrañó. Fue entonces cuando recordó a Soledad. Sole era la chica de segundo año de la clase de la Profe Dolores y que hacia sonreír al pequeño. Pero claro, esta niña nunca se hubiese fijado en un mocoso un año menor que ella. El niño entristeció y se dio cuenta que estaba más aislado que antes de despertar. Fue aun mayor su desconsuelo cuando comprendió que nunca existió un antes, y que siempre estuvo tan solitario como ahora, sentado en aquel extraño lugar.
Pobre en cuerpo y alma, dejó correr una lágrima por sus mejillas. Era la primera vez que esto le sucedía al pequeño ya que este era un varoncito muy fuerte, casi inmortal. Minutos mas tardes apareció un adulto de barbas de plata y le ofreció una semilla al niño. Soy muy humilde y no tengo dinero para pagarle señor. -dijo el peque. A lo que el sabio anciano contestó- Es un obsequio pequeño que no te doy yo. Es un regalo de la vida para los niños como tu. Solo tienes que sembrarla y con amor crecerá, dándote como frutos amistades que perduraran toda la vida. Así siempre tendrás alguien con quien jugar cuando te sientas solo.
El niño sonrió y se llenó de esperanzas al imaginar que volvería a estar rodeado de personitas que estuvieran a su lado. El adulto se marchó y dejó en un profundo suspiro al pequeño. Este hombre grande me ha dado una semilla que solo crecerá con amor -pensó inteligentemente el niño. Recordó que alguna vez había leído en un libro gordo y polvoriento que existían varios tipos de amor. Y fue cuando meditó que con tan solo el amor de su familia y el suyo propio no conseguiría hacer germinar a su semilla.
La posibilidad de hacer nuevos compañeros lo llenaba de ilusión, pero este niño no quería nuevas amistades. Hoy mi niño solo deseaba que sus viejos amigos despertasen, como lo había hecho el esta mañana, y así juntos poder sembrar su semilla. Se levantó y caminó alegremente a casa.
Arianne Ponce.
6 comentarios:
Una historia curiosa. Muy bien escrita. ¿Quiza algun pensamiento convertido en metafora? ;)
Por cierto, mi blog está actualizado.
Ayer hable con el niño, hoy lo dibuje y luego conte su historia. Voy a tu blog.
no sé si has eludido contestar a mi pregunta, si me has tomado el pelo o lo dices en serio.... :)
Por cierto, lo que yo si digo en serio, es que escribes muy bien, si la historia es cierta, podrias ser periodista, y si no, tambien podrias ser periodista. Como suelen decir "los plumillas": «¿A quien le importa la verdad cuando la historia es buena?»
JAjaja ... no te tomo el pelo! Tu tambien conoces a ese niño.. todo el mundo lo conoce!.. yo solo lo puse en el blog!
Hola guapos, guapa.
Vaya historia bonita!!!. Me ha gustado.
Arianne ya tengo un link en mi pagina a la tuya.
Mi blog va tomando forma. Y se llena de escritos.
Nos leemos.
Publicar un comentario