jueves, 11 de noviembre de 2010

Necesito ser.

Necesito ser. Necesito huir. Y al necesitarlo, te necesito. Lo recuerdo. Aun recuerdo el momento preciso de aquel encuentro sin causa ni efectos. Un día alegre donde los viejos jugaban a ser niños y los niños soñaban con ser viejos. Un túnel angosto e infinito marcaba el punto A y el punto B de nuestra ubicación. Yo era joven, y tú conmigo antes de verte y antes de ser, siempre conmigo. Un alma que oscilaba mediante un par de ojos, un ente que pensaba sin pensarlo, unas manos capaces de realizar lo irrealizable y después Tú. Un tú erudito en caídas y experto en acciones. El inmortal mas humano que una mirada miope alguna vez soñó conquistar. Quizás sea muy tarde, o tal vez siempre fue tarde. La vida es fuerte, pero nunca vence a la muerte. La muerte es habil, mas nunca logra olvidar a la vida. La vida seduce a la muerte, mientras que la muerte danza con ella. Una melodía agradable alimenta un pasado hambriento de afecto. Una sonrisa nerviosa anhela ser escuchada y un suspiro mudo pretende cambiar al mundo sin saber que el mundo es más sabio que él. Existe un algo que asegura sentirlo, existen testigos que afirman verle a su lado, existen presagios vividos y existen señales ocultas que solo las almas puras pueden descifrar. Hoy siento un frío que me invade los huesos y un poco más. Hoy siento y porque siento aun no es momento de huir. Primero debo ser; necesito ser.

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